Mucho tiempo atrás, para ser exactos en la primera infancia, en eso días caminaba por las calles siendo invisible. Se me había olvidado esa facultad angelical y a la vez demoníaca, sin embargo hoy la recordé, y por dos horas fui dueño de mi ser, mas aun, fui superior a toda esa multitud de ovejas atareadas por el infortunio que pueblan la esfera azul en donde vivimos.
Salí de mi casa sin rumbo ni destino conocido, solo con mi mochila llena de libros y con mis zapatos que gracias a Dios soportaron el peso de este cuerpo coronado con una oscura mente. Deambule por las calles del puerto, llegando a las orillas del majestuoso mar que tranquilo nos baña. Me senté en la fría playa, encendí un cigarrillo, tome de la mochila (al azar) un libro y surgió a mis manos uno de los favoritos, lo he leído cuatro veces y cada vez me gusta más y más, se trata de Crimen y castigo (en ruso: Преступление и наказание).
Camino devuelta sentí al igual cuando era niño esa tranquilizante sensación de libertad y majestuosidad que solo la despreocupación puede dar. Era nuevamente invisible, nadie me veía con sus ojos, solo sentían mi presencia al pasar por su costado y sentir la brisa del viento. A todos los infortunados humanos fui solo un fantasma y eso me regocijaba. Cruce las calles sin mirar a los costados pues, si venia un automóvil, estoy seguro que podía atravesarlos sin recibir mi el mas mínimo de los rasguños. Como un espectro que deambula esta tierra, como el aire, como todo y nada, como una sonrisa o el rubor en una mejilla. Corrí a toda prisa, salte como un infante que recibe su regalo en navidad y me revolqué por la arena, era libre y sin pasado ni futuro.
Fueron las dos horas más felices que recuerdo a esta altura de mi vida, pero, todo se derrumbo, se deshizo como un castillo de cartas, terminó pronto ya que, un amigo, el Lucho me saludo desde su automóvil. Desde ese instante volví a sentir miedo y tuve que recordar como se respira.
Mañana salgo otra vez y espero recordar como se vuela.
Salí de mi casa sin rumbo ni destino conocido, solo con mi mochila llena de libros y con mis zapatos que gracias a Dios soportaron el peso de este cuerpo coronado con una oscura mente. Deambule por las calles del puerto, llegando a las orillas del majestuoso mar que tranquilo nos baña. Me senté en la fría playa, encendí un cigarrillo, tome de la mochila (al azar) un libro y surgió a mis manos uno de los favoritos, lo he leído cuatro veces y cada vez me gusta más y más, se trata de Crimen y castigo (en ruso: Преступление и наказание).
Camino devuelta sentí al igual cuando era niño esa tranquilizante sensación de libertad y majestuosidad que solo la despreocupación puede dar. Era nuevamente invisible, nadie me veía con sus ojos, solo sentían mi presencia al pasar por su costado y sentir la brisa del viento. A todos los infortunados humanos fui solo un fantasma y eso me regocijaba. Cruce las calles sin mirar a los costados pues, si venia un automóvil, estoy seguro que podía atravesarlos sin recibir mi el mas mínimo de los rasguños. Como un espectro que deambula esta tierra, como el aire, como todo y nada, como una sonrisa o el rubor en una mejilla. Corrí a toda prisa, salte como un infante que recibe su regalo en navidad y me revolqué por la arena, era libre y sin pasado ni futuro.
Fueron las dos horas más felices que recuerdo a esta altura de mi vida, pero, todo se derrumbo, se deshizo como un castillo de cartas, terminó pronto ya que, un amigo, el Lucho me saludo desde su automóvil. Desde ese instante volví a sentir miedo y tuve que recordar como se respira.
Mañana salgo otra vez y espero recordar como se vuela.