- ¡Deja lo que estas haciendo y levántate!
- ¡Quien mierda eres!
- Soy tu muerte y vengo por ti, así que vamos.
- ¿Pero, justo ahora? ¿Me puedes dar unos minutos más de vida?
- Te crees alguien muy importante como para tener una consideración mía? ¡Siquiera tu madre sabe quien eres!
- Es que justo comencé este juego de sudoku y es el último del libro. Si te das cuenta he hecho todos los juegos anteriores.
Paso el librillo a la muerte y este le hecho una mirada.
- ¿Cuánto tiempo has estado haciendo estas porquerías?
- Bueno… digamos que unas semanas, sin embargo no estoy todo el día con el libro entre mis manos.
- Y… ¿Cómo se juega?
Mientras le explicaba, la muerte se iba interesando y olvidaba, a su ves, la razón de su visita.
- No es muy complicado. Solo no repitas los números en las líneas. Te propongo un trato… que tal si tú me ayudas a terminar este juego y una vez listo me asesinas.
- No lo digas de esa manera. Me haces parecer un simple y vulgar delincuente y lo que hago es tan sólo mi trabajo.
- Sabes, no me importa demasiado morir, así que no te molestes en darme explicaciones o pedirme disculpas por cumplir tu deber.
Es increíble pero siempre imaginé este momento y creo que es tal y como lo había pensado, es más, tu atuendo es la imagen de mis sueños
- ¿Enserio?
- Seguro… tienes esa capucha y la guadaña en tu mano izquierda. En realidad, eres la fotografía proyectada en todos los dibujos animados. Es por ello que no te temo. Incluso tu cuerpo esquelético me es bastante familiar.
- ¡Mierda! ¡Estoy perdiendo la magia!
- Jajaja. No creo que esté sucediendo eso, es tan sólo que yo estoy demasiado familiarizado con este momento.
La muerte se sentó en el sofá y miró el sudoku.
- Cuántas veces te llamé apasionadamente y nunca llegaste (hasta ahora). Cuando era un niño cerraba los ojos en las noches pensando en ti y a mis veinte años seguía despertando sin querer hacerlo.
No me importa morir, ni mucho menos esos sentimientos burgueses de trascendencia. Por ello jamás plante un árbol, ni escribí un libro o raye mi nombre en las rocas de la playa de Santo Domingo. ¿Y… me vas a ayudar con mi último juego?
- Lo estoy intentando. Pon el tres acá.
- ¡Mierda! Tienes razón.
- ¿Quién de los dos será el dueño de mi alma? ¿El señor barbudo o el cola de flecha?
- Eso no puedo contártelo. No me incumbe. Yo tan sólo hago mi trabajo; ellos son los que deciden… el ocho en la esquina.
- Siempre me interesó el juego de los dioses, aunque en ocasiones me pareció un tanto sádico, inescrupuloso, turbio o lo que sea… ¡aquí va el dos!
¿Muerte? ¿Puedo hacerte unas preguntas?
- Claro.
- ¿Elvis esta muerto?
- ¿Quién es ese?
- ¡El Rey del rock! Aquel de las patillas largas, trajes con lentejuelas, el cuello de la camisa de diez centímetros y que bailaba el “Rock de la cárcel”
- ¡AAA! Recuerdo que a ese hombre le llego su hora hace mucho tiempo atrás, pero cuando lo fui a buscar jamás lo encontré.
- Es decir: Elvis no esta muerto.
- No sabría decirlo. No es un muerto de mi cosecha.
- ¿Quién mató a Marilyn?
- Esa si que es una buena pregunta. Sabes, cuando fui a su encuentro ella ya estaba muerta. Yo no lo hice, ¿Es extraño no?
- Increíble, pero… ¿Supongo que sabrás quien la mató?
- ¡Te digo que ella ya estaba muerta cuando llegue! Sea quien sea el que acabo con su vida te juro que se me adelanto por unos minutos.
- ¿Y Bruce Lee?
- También estaba tieso antes de mi llegada.
- Escalofriante…
¿Cómo lo haces para cumplir con tu mortuorio trabajo?
- Solamente toco a mi victima y ya está.
- MMM. Tenían razón los dibujos animados, sin embargo y a lo que quiero llegar es: ¿Te masturbas?
- Te tengo que responder, comprenderás que es sumamente vergonzoso.
- Si tocas a alguien se muere, por lo tanto si te masturbas te mueres, si te rascas la espalda te mueres, si te limpias el culo, si te sobas la canilla, cuando te jabonas, cuando te cambias de ropa, incluso si te sacas un moco te mueres.
- Yo soy inmune idiota.
- Pero si tu eres inmune y tus futuros difuntos no los son… ¿Has tenido alguna vez sexo o eres virgen?
- Si he tenido sexo pero no es un tema que deseo compartir contigo.
- ¡Tienes sexo con los muertos cochino depravado!
- ¡TODOS TENEMOS NECESIDADES!
- ¡Eres asqueroso!
- ¡Me estas aburriendo maldito entrometido! ¡Llego tu hora sucio metiche!
- Ok, ya estoy acabando el juego, tan sólo dame un minuto más. ¿Quieres beber un trago de buen vino y tomar uno de mis habanos mientras termino?
- De acuerdo. Tienes sólo cinco minutos.
- Eres muy considerado mi necrofílico amigo.
- ¡TE LO ADVERTI IDIOTA!
- Tan solo era una broma, acaso la muerte no tiene sentido del humor.
- Te falta el nueve acá.
Bebieron el vino y fumaron de sus habanos despreocupadamente, luego abrieron otras botellas en el transcurso de la tarde. La muerte estaba bastante borracha al igual que su victima. Hablaron de todo un poco, desde la espuma quántica pasando por temas religiosos y culminaron con el fútbol. Es irrisorio que aquella pareja tan rara y patética estuviesen charlando de forma tan pacífica, incluso parecían verdaderos amigos, aunque en ocasiones se alteraban un poco los ánimos al tratar algún tema delicado o del punto de vista de cada uno.
- Mi estimada muerte este es el último… el uno… he terminado.
- Te felicito, ahora, si me disculpas, tengo que trabajar.
- Me das un segundo, me gustaría vestirme de cuello y corbata para este trascendental momento. ¿Me lo permites?
- Claro. Ve y no te demores mucho.
Al cabo de unos minutos regresó vestido elegantemente, pero en su mano izquierda sostenía un revolver.
- ¿Qué haces con esa pistola?
- Te acuerdas del último número del sudoku. Era el uno.
¡Uno es el responsable de su destino!
¡Uno es el que decide si doblar a la derecha o a la izquierda en las esquinas!
¡Uno es el que nace y uno es el que debiera decidir el momento de su partida!
Toda vida hemos acatado órdenes y como los autómatas que somos las acatamos, sin embargo, cuando uno decide no seguir la manada se le aísla y se te trata como subversivo. ¡Si lloro soy un maricón! ¡Si tengo principios se te cataloga como rebelde! ¡Si no bailo soy un aburrido! ¡Que saben de mi los que dirigen nuestras vidas! Ahora tengo el poder de doblegar las fuerzas que obran en mi contra y créeme que lo haré.
Tú estás con una cara de espantado, te quiero y te compadezco por ello. ¡ORDEN! ¡ACATO! ¡ACCION! ¡A LA MIERDA!
La muerte se levantó rápidamente del sofá para tratar de impedir el inminente suicidio, pero no pudo incorporarse debido a su avanzado estado de embriaguez. Trastabilló y cayó escandalosamente en el suelo botando el cenicero y las copas que estaban sobre la pequeña mesa de centro.
Se siente un trueno, algo parecido al flash de una cámara fotográfica lo hace parpadear y le saca el aire de sus pulmones. Desde el piso levanta la mano y toma la botella de vino que milagrosamente no se cayó de la mesa. Dió un gran trago y se levantó muy lentamente.
Repuesto de la impresión volteó la mirada hacia el cadáver. Los sesos estaban esparcidos por toda la alfombra y el olor a pólvora lo hace recordar una de las tantas guerras que le tocó presenciar. Por un minuto se sintió feliz y vertió un poco de vino sobre los restos inertes de su inesperado amigo. Volteó nuevamente la vista y observó el cuadernillo de sudoku. Lo tomó entre sus manos y lo analizó melancólicamente.
- Jajaja. ¡Ese puto afeminado se equivocó! No era el uno, era el ocho.
- Soy tu muerte y vengo por ti, así que vamos.
- ¿Pero, justo ahora? ¿Me puedes dar unos minutos más de vida?
- Te crees alguien muy importante como para tener una consideración mía? ¡Siquiera tu madre sabe quien eres!
- Es que justo comencé este juego de sudoku y es el último del libro. Si te das cuenta he hecho todos los juegos anteriores.
Paso el librillo a la muerte y este le hecho una mirada.
- ¿Cuánto tiempo has estado haciendo estas porquerías?
- Bueno… digamos que unas semanas, sin embargo no estoy todo el día con el libro entre mis manos.
- Y… ¿Cómo se juega?
Mientras le explicaba, la muerte se iba interesando y olvidaba, a su ves, la razón de su visita.
- No es muy complicado. Solo no repitas los números en las líneas. Te propongo un trato… que tal si tú me ayudas a terminar este juego y una vez listo me asesinas.
- No lo digas de esa manera. Me haces parecer un simple y vulgar delincuente y lo que hago es tan sólo mi trabajo.
- Sabes, no me importa demasiado morir, así que no te molestes en darme explicaciones o pedirme disculpas por cumplir tu deber.
Es increíble pero siempre imaginé este momento y creo que es tal y como lo había pensado, es más, tu atuendo es la imagen de mis sueños
- ¿Enserio?
- Seguro… tienes esa capucha y la guadaña en tu mano izquierda. En realidad, eres la fotografía proyectada en todos los dibujos animados. Es por ello que no te temo. Incluso tu cuerpo esquelético me es bastante familiar.
- ¡Mierda! ¡Estoy perdiendo la magia!
- Jajaja. No creo que esté sucediendo eso, es tan sólo que yo estoy demasiado familiarizado con este momento.
La muerte se sentó en el sofá y miró el sudoku.
- Cuántas veces te llamé apasionadamente y nunca llegaste (hasta ahora). Cuando era un niño cerraba los ojos en las noches pensando en ti y a mis veinte años seguía despertando sin querer hacerlo.
No me importa morir, ni mucho menos esos sentimientos burgueses de trascendencia. Por ello jamás plante un árbol, ni escribí un libro o raye mi nombre en las rocas de la playa de Santo Domingo. ¿Y… me vas a ayudar con mi último juego?
- Lo estoy intentando. Pon el tres acá.
- ¡Mierda! Tienes razón.
- ¿Quién de los dos será el dueño de mi alma? ¿El señor barbudo o el cola de flecha?
- Eso no puedo contártelo. No me incumbe. Yo tan sólo hago mi trabajo; ellos son los que deciden… el ocho en la esquina.
- Siempre me interesó el juego de los dioses, aunque en ocasiones me pareció un tanto sádico, inescrupuloso, turbio o lo que sea… ¡aquí va el dos!
¿Muerte? ¿Puedo hacerte unas preguntas?
- Claro.
- ¿Elvis esta muerto?
- ¿Quién es ese?
- ¡El Rey del rock! Aquel de las patillas largas, trajes con lentejuelas, el cuello de la camisa de diez centímetros y que bailaba el “Rock de la cárcel”
- ¡AAA! Recuerdo que a ese hombre le llego su hora hace mucho tiempo atrás, pero cuando lo fui a buscar jamás lo encontré.
- Es decir: Elvis no esta muerto.
- No sabría decirlo. No es un muerto de mi cosecha.
- ¿Quién mató a Marilyn?
- Esa si que es una buena pregunta. Sabes, cuando fui a su encuentro ella ya estaba muerta. Yo no lo hice, ¿Es extraño no?
- Increíble, pero… ¿Supongo que sabrás quien la mató?
- ¡Te digo que ella ya estaba muerta cuando llegue! Sea quien sea el que acabo con su vida te juro que se me adelanto por unos minutos.
- ¿Y Bruce Lee?
- También estaba tieso antes de mi llegada.
- Escalofriante…
¿Cómo lo haces para cumplir con tu mortuorio trabajo?
- Solamente toco a mi victima y ya está.
- MMM. Tenían razón los dibujos animados, sin embargo y a lo que quiero llegar es: ¿Te masturbas?
- Te tengo que responder, comprenderás que es sumamente vergonzoso.
- Si tocas a alguien se muere, por lo tanto si te masturbas te mueres, si te rascas la espalda te mueres, si te limpias el culo, si te sobas la canilla, cuando te jabonas, cuando te cambias de ropa, incluso si te sacas un moco te mueres.
- Yo soy inmune idiota.
- Pero si tu eres inmune y tus futuros difuntos no los son… ¿Has tenido alguna vez sexo o eres virgen?
- Si he tenido sexo pero no es un tema que deseo compartir contigo.
- ¡Tienes sexo con los muertos cochino depravado!
- ¡TODOS TENEMOS NECESIDADES!
- ¡Eres asqueroso!
- ¡Me estas aburriendo maldito entrometido! ¡Llego tu hora sucio metiche!
- Ok, ya estoy acabando el juego, tan sólo dame un minuto más. ¿Quieres beber un trago de buen vino y tomar uno de mis habanos mientras termino?
- De acuerdo. Tienes sólo cinco minutos.
- Eres muy considerado mi necrofílico amigo.
- ¡TE LO ADVERTI IDIOTA!
- Tan solo era una broma, acaso la muerte no tiene sentido del humor.
- Te falta el nueve acá.
Bebieron el vino y fumaron de sus habanos despreocupadamente, luego abrieron otras botellas en el transcurso de la tarde. La muerte estaba bastante borracha al igual que su victima. Hablaron de todo un poco, desde la espuma quántica pasando por temas religiosos y culminaron con el fútbol. Es irrisorio que aquella pareja tan rara y patética estuviesen charlando de forma tan pacífica, incluso parecían verdaderos amigos, aunque en ocasiones se alteraban un poco los ánimos al tratar algún tema delicado o del punto de vista de cada uno.
- Mi estimada muerte este es el último… el uno… he terminado.
- Te felicito, ahora, si me disculpas, tengo que trabajar.
- Me das un segundo, me gustaría vestirme de cuello y corbata para este trascendental momento. ¿Me lo permites?
- Claro. Ve y no te demores mucho.
Al cabo de unos minutos regresó vestido elegantemente, pero en su mano izquierda sostenía un revolver.
- ¿Qué haces con esa pistola?
- Te acuerdas del último número del sudoku. Era el uno.
¡Uno es el responsable de su destino!
¡Uno es el que decide si doblar a la derecha o a la izquierda en las esquinas!
¡Uno es el que nace y uno es el que debiera decidir el momento de su partida!
Toda vida hemos acatado órdenes y como los autómatas que somos las acatamos, sin embargo, cuando uno decide no seguir la manada se le aísla y se te trata como subversivo. ¡Si lloro soy un maricón! ¡Si tengo principios se te cataloga como rebelde! ¡Si no bailo soy un aburrido! ¡Que saben de mi los que dirigen nuestras vidas! Ahora tengo el poder de doblegar las fuerzas que obran en mi contra y créeme que lo haré.
Tú estás con una cara de espantado, te quiero y te compadezco por ello. ¡ORDEN! ¡ACATO! ¡ACCION! ¡A LA MIERDA!
La muerte se levantó rápidamente del sofá para tratar de impedir el inminente suicidio, pero no pudo incorporarse debido a su avanzado estado de embriaguez. Trastabilló y cayó escandalosamente en el suelo botando el cenicero y las copas que estaban sobre la pequeña mesa de centro.
Se siente un trueno, algo parecido al flash de una cámara fotográfica lo hace parpadear y le saca el aire de sus pulmones. Desde el piso levanta la mano y toma la botella de vino que milagrosamente no se cayó de la mesa. Dió un gran trago y se levantó muy lentamente.
Repuesto de la impresión volteó la mirada hacia el cadáver. Los sesos estaban esparcidos por toda la alfombra y el olor a pólvora lo hace recordar una de las tantas guerras que le tocó presenciar. Por un minuto se sintió feliz y vertió un poco de vino sobre los restos inertes de su inesperado amigo. Volteó nuevamente la vista y observó el cuadernillo de sudoku. Lo tomó entre sus manos y lo analizó melancólicamente.
- Jajaja. ¡Ese puto afeminado se equivocó! No era el uno, era el ocho.
2 comentarios:
puta q escribi la raja primate
la dura
espero escrivir mierda como la tuya
aajajaja
ya won cuadate y nos vemos pronto won
xao
Mmmm... en una historia era que pensabas mientras nos pasabamos horas sin hablar y solo jugando sudoku.
Al menos sirvio tanto ocio.
Te amo y me encanto el cuento, rei mucho.
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